Artículo de opinión
Publicado por: GUASABARAeditor
Ana María Acevedo lucha contra la muerte y lucha por la vida. Ha vivido
luchando por los valores éticos y por el liderazgo nacional de una
organización revolucionaria, que desempeñó papeles de principalía en la lucha
por la libertad. Ana María batalla como una combatiente beligerante, incapaz
de de claudicar, buscando todas las trincheras, donde se pueda lidiar con la
enfermedad más grave que pueda lesionar a un ser humano. Ella vive cada día y
cada minuto, con una firmeza de ideas y principios que conmueven al más
indiferente. Los que van a saludarla, creyendo que encontrarán a un ser
muriente o lastimero, chocan de inmediato con esta extraordinaria mujer, que
no ceja en sus afanes libertarios, que ausculta el corazón del pueblo con sus
mediciones y encuestas de opinión, que valora las coyunturas y sugiere
propuestas para enfrentar la desolación y la perfidia de los malvados.
Ella está hecha de un material valioso, forjado en luchas por la
democracia, enfrentando a los adversarios del desarrollo social, económico y
político de la nación dominicana. Yo estuve a su lado cuando le dijo una
noche a José Francisco Peña Gómez, que los números de preferencia electoral
en la competencia por la Alcaldía del Distrito Nacional, no les daban para
ganar. Peña Gómez nos dijo, “denme 15 días y les prometo invertir las
preferencias”. Casi todos estábamos tristes esa noche. Peña Gómez ya tenía la
enfermedad mortal que lo atenazaba, y hubo de anunciar su candidatura a
Síndico, apenas algunas semanas antes, y no había estado en el país. En menos
de diez días, Peña recorriendo las calles y pronunciando con su voz
estentórea sus discursos impresionantes, revirtió las preferencias,
llevándole más de 20 puntos porcentuales a su oponente. Quiero decir que ni
su gran amor por la figura telúrica y troncal del líder del partido, le
impedía ser honesta en ese crucial momento histórico. Ana María no miente. Es
lo suficientemente seria como para no alterar la verdad, ni negociar con
ella. Con el tiempo la he ido asumiendo como una hermana, como un ser
transfigurado en afectos y cariños entrañables. Cuando tenemos desacuerdos,
los dejamos envejecer y luego los volvemos a abordar y privilegiamos los
puntos esenciales.
He venido combatiendo a su lado desde hace muchos años, en el Partido
Revolucionario Dominicano. En un partido de ideas, de ideología, de
conquistas sociales, con sus aciertos y errores. En un partido que se
acostumbró a los liderazgos del profesor Juan Bosch y del doctor José
Francisco Peña Gómez. Hablo de liderazgos esenciales, que marcaban destinos.
Siempre he dicho que la fatalidad histórica más grande de este país fue la
ruptura entre Bosch y Peña Gómez. El objetivo de los grupos conservadores
internos y del sector “pentagonista”, sumado a la chismografía de sectores
que rodeaban a ambos, interesados en promoverse sobre la base de la exclusión
de sus competidores al interior del partido, lograron separar, a quienes
estaban llamados a completar la obra inconclusa de Juan Pablo Duarte.
Ana María vive su ordalía con gallardía insospechada, atenta, preocupada
por la unidad de su partido, inquieta por el vacío de oposición que tiene el
país, y que envalentona al partido oficialista, conversa, se comunica, asiste
con sus fuerzas disminuidas, a todo cónclave que suponga una esperanza, un
hálito de luz en la sujeción de programas y objetivos sociales. Los gobiernos
de transición (Guzmán, Jorge Blanco y Mejía) no nos condujeron a la
culminación de la estrategia del socialismo democrático, o por lo menos, de
reordenamientos básicos en la pirámide social, que produjeran cambios en el
modelo obsoleto del Estado dominicano.
Pero en el caso del PRD, nunca habíamos llegado al escenario deprimente
de un partido sin ideología, sin liderazgo ni raigambre democrática, y sin
representación orgánica de los estamentos clasistas de la sociedad. No
importa lo bochornoso de los enfrentamientos convencionales, siempre los
perredeístas teníamos una reserva ideológica, un enlace social que
reconstruía rápidamente nuestra fortaleza política. Ahora el PRD carece de
definiciones troncales. Llegar al poder, ¿para qué? ¿Quién garantiza los
cambios? ¿Trabajar para que otro enlace sus propios intereses?
Ana María, compañera: mira el partido, el otrora glorioso, el de obreros
y campesinos, el de los intelectuales revolucionarios, el de los chiriperos
(tanto bajo la tutela de Bosch como de Peña Gómez), míralo compañera, sin
democracia, sin libertad, sin conciencia política, en servidumbre cuasi
absoluta. Y no temas compañera, un día habrá democracia suficiente, relevos
capaces de asumir el ventarrón de la historia con los ideales y utopías de
Bosch y de Peña Gómez. Y tú y yo estaremos para acompañarlos.
http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2014/7/28/331517/Ana-Maria-vive-su-ordalia-con-gallardia
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¡Ana María vive su ordalía con gallardía! _ por Tony Raful
Publicado por : partealta.com on :sábado, 31 de enero de 2015
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